domingo, 6 de enero de 2013

El gran salto

Desde siempre pensó que el hombre era un ser incompleto al que básicamente le faltaba una cosa: volar.

Estudió el movimiento de las aves, sus extremidades, su capacidad para sortear obstáculos girando las alas, su aguante durante horas y días sin descansar, se extasiaba en el movimiento perenne de los buitres, esos grandes pobladores del cielo que cada vez que miraba hacia arriba los veía, aprovechando las corrientes solares.

Alguna vez tuvo la oportunidad de observar el picado de un halcón en cacería en el campo, era maravilloso la velocidad que esa ave tan pequeña podía desarrollar.

Lo malo era que cuanto más remiraba en libros especializados, en internet, cuantas más horas perdía, crecían en su interior dos sensaciones contrapuestas: la impotencia por no poder hacerlo y la ilusión por llegar a volar, dos choques en su mente que le hacían comer poco, dormir menos y abandonar su vida social.

Se concentró en conseguir su objetivo, ahorró todo el dinero que fue capaz y por fin un día, tras haber contactado con una empresa que organizaba  lanzamientos en paracaídas, decidió que era el momento que tanto ansiaba.

La noche anterior consiguió dormir como nunca lo había hecho en los últimos años, una sensación placentera le poseía.

A las 09.00 horas del martes día 05 de Septiembre de 2002 quedó señalado en su calendario mental como el que cambiaría el signo de su vida y puede que el del futuro del hombre.

A las 07.30 horas ya estaba preparado, había desayunado frugalmente.

En su reloj dieron las 08 horas y 55 minutos, estaba nervioso pero confiado.

Justo cuando la alarma  sonaba dando la hora señalada, Raúl tomó carrerilla y


voló...




Por el balcón de su quinto piso.





Su cuerpo quedó sobre el suelo del campo de tierra de la urbanización.


Su alma seguramente seguirá volando por aquí y allá.


Libre.




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