sábado, 21 de julio de 2012

Silencio

Aprovechando que ellos no llegarán hasta mañana bajas a tu lugar de descanso, tu refugio de paz, de armonía, tu piscina. Como siempre, no hay nadie, no permitirías que pudiesen romper el equilibrio de silencio de las quietas aguas que miran al mar. Era tu anhelo y lo conseguiste, con mucho esfuerzo y el dinero de otros infaustos e ignorantes.

Estás completamente desnudo, nadie te puede ver, tocas el agua con los pies, deliciosa, en su punto para poder disfrutarla, te zambulles en ella, te sientes libre, absolutamente libre, poderosamente libre.

Nada te detiene en tu vagar por el placer de contemplar desde tu atalaya ese mar de aguas cristalinas, el Mediterráneo visto desde un lugar único.

Buceas hasta el fondo, con brazadas suaves, cierras los ojos, piensas en lo feliz que eres, te sientes el rey del mundo.

Abres brazos y piernas en el suelo de la piscina.

De pronto, una mano suave, tan suave como la tuya al tacto, aprieta con fuerza tu cabeza mientras que la otra te tapa la cara, intentas chillar pero allá abajo nadie te oye, una sensación se apodera de ti, sientes que la vida se te va en ello, la mano atenaza tu cuello, te falta el aire, das patadas y golpes con los brazos, pero el cuerpo las esquiva todas, cada vez los movimientos son más lentos, el aire ya no llega a tus pulmones, te axfisias, solo aciertas a ver los azulejos del fondo, un azul claro, una nitidez absoluta, y una luz, por fin, una luz que te guía.

Yo me marcho.

Queda el silencio eterno de unas aguas cristalinas y un cadáver flotante.

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