martes, 20 de diciembre de 2011

Una mañana plácida de domingo

Cientos de cigüeñas surcan los cielos azules de Dos Hermanas.

Los niños se arremolinan en los asientos de madera esperando al cuentero.

Poco a poco va llegando gente a la plaza del Arenal.

Es feria del libro.

Mañana de domingo fresquita pero con un sol que alegra las caras.

Los libreros se afanan en colocar y recolocar sus productos.

Yo observo desde mi silla instalada para los autores locales.

Una chica ( eufemismo para decir que no sé su edad, aunque me supera seguro ), firma ejemplares sin parar a 18 euros sobre un tema de lengua, no es novela. Tiene muchos conocidos y alumnos.

Yo la observo mientras como sus gomines.

Cuando me voy a marchar con el zurrón vacío o lleno según se mire, vamos que no vendí ni uno de mis ejemplares de Don Quijote, la última aventura " un chico treinteañero se acerca a mí y me pide dinero. Hago el gesto de decirle que no, pero Almudena, la chica que está hablando en ese momento conmigo se pone a hablar con él, le conoce. Tiene una cara alegre, viste un gorro de lana, un pantalón vaquero y tristeza en el alma. No tiene reparos en decirnos que ha pasado algunas noches al raso y que lo hospitalizaron una de ellas por hipotermia. Hace tiempo que regresó de Inglaterra donde se fue a soñar y a vivir aventuras, pero los excesos le trajeron aquí maltrecho. Cuenta que ha conseguido una noche en el albergue, que por lo menos no pasa frío, que el de Dos Hermanas lo tienen para gente de fuera, aunque está casi vacío. Habla de su relación inexistente con su padre, espíritus contradictorios parece.

Le damos algo de dinero, le deseamos suerte, el sigue su camino pidiendo, pero eso sí, sin robar, lo tiene claro, además sabe que el camino de la perdición está cerca si se aleja a él.

Cientos de cigüeñas siguen recorriendo el cielo ahora más turbio de Dos Hermanas.

1 comentario:

Maria Coca dijo...

Una mañana plácida de domingo en la que todo puede ser posible. La sorpresa entre las alas de las cigüeñas y las tristezas al son de un viento gélido.

Fue un gusto conocerte, compañero de letras.

Hasta pronto en Montequinto.