domingo, 30 de octubre de 2011

Esos lindos seres...

Aún recuerdo aquella noche que no podía dormir. Mis padres estaban en su habitación, mi hermana en la suya seguro que soñaba con los angelitos y yo...


Tendría seis años seguramente, porque fue días antes de mi cumpleaños, mi primer cumpleaños con un payaso para mis amiguitos y para mí.


Esa noche, como digo, me costaba conciliar el sueño. Ya casi vencido, despúes de muchas vueltas y reviradas en la cama, cerré los ojos. De pronto, sentí una ráfaga de viento muy frío que me hizo abrirlos de par en par. Allí estaba él, mirándome inmóvil, con un gorro grande y rojo, una nariz también roja, unos guantes del mismo color y una sonrisa forzada y triste que se adivinaba tras unos grandes morros igualmente pintados de rojo. Quise gritar, pero él me hizo un ademán de que guardara silencio con un gesto tan severo que me tuve que callar. No tenía miedo, no era esa la sensación, él despedía un frío extremo, como de otro lugar y me lo contagiaba a mí.


No sé cuanto tiempo estuvo allí, lo que sé que cuando desperté no había nadie. No quise decirle nada a mis padres.


A los cuatro días volvió, y tras esa noche, varias más.


Una mañana le dije a mi madre que quería que él se quedara conmigo para siempre porque le necesita para dormir. Mamá me dijo que en la habitación no había nadie y que eran fantasías mías.


Han pasado muchos años, pero muchos muchos.


Ahora yo también soy un payaso...


Y te visito de noche...


Aunque no me veas...

No hay comentarios: