viernes, 18 de marzo de 2011

Un buen chico

Estos momentos de soledad reconfortante me hacen pensar en la acertada decisión de independizarme. Con veintiocho añitos ya está bien.
No soportaba a mis viejos, eran demasiado pesados para lo que yo necesitaba.
Ahora sé que mi madre viene casi todos los días a traerme comida porque veo luego llena la nevera. Se lleva ropa que coge del cesto, de la cama o tirada en el cuarto de baño. Yo no le digo nada, ella es discreta y viene cuando estoy trabajando. Con mi padre no me hablo desde hace bastante tiempo.
No les necesito, todavía me vienen a la cabeza las pesadas palabras de mi madre cuando me llamó por teléfono la última vez: Ricardo, tu padre y yo te echamos de menos, te queremos, tu hermana Carmen me dice que quiere verte.
No me llames más, para oír esta sarta de tonterías prefiero ver Gran Hermano, te cuelgo. Y la dejé con la palabra en la boca.
Malditos bobos, no tenía ganas de oír más sandeces.
¿Al fin y al cabo, qué tengo que agradecerle a mis padres?, ¿Que me dieran la vida?, pues que hubiese abortado, ¿ Que me pusieran este nombre tan hortera?, Ricardo, Ricardito por aquí , Ricardito por allá, anda y que os zurzan. Si pudiera me cambiaba¿¿Que estudiara en los mejores colegios?, a la mierda, eso para el que lo quiera valorar, yo nunca he querido estudiar y sé que me siempre me han aprobado por el dinero de mi padre, por su apellido, no por mis méritos. .¿Que tenía los mejores coches y con cinco mil pesetas en los bolsillos todos los fines de semana? , pues que se jodan los pobres. ¿Que ahora estoy trabajando?, pero quién se cree la absurda historia esa del currículum inventado. Una llamadita de mi padre y todo solucionado.
A veces pienso que me tienen miedo, seguramente, me da igual, es mi vida y no tengo que dar explicaciones a nadie.
Es difícil encontrar placidez, pero en ocasiones lo logro.
Son las cuatro de la tarde, fuera hace calor, demasiada, si tuviese que salir ahora me moriría.
Bajo las cortinas, enciendo el aire acondicionado, pongo Dire Straits en el equipo, " Private Investigations ", busco mi vaso preferido, con la forma precisa para que yo lo agarre, para que lo acaricie en mis manos, ancho, exacto para la cantidad que Chivas que me gusta degustar.
Mi despensa siempre está abastecida de mi wiskie favorito, saco la botella, abro el primer cajón del congelador, y ...
Dios.
No está. Maldita sea.
En el segundo tampoco, ni en el tercero.
Pero, ¿Dónde coño está el hielo?.
Comienzo a ponerme nervioso, empiezo a acordarme de mi madre.
¿ No habrá sido capaz de tirármelo ?. Espero que no, porque entonces se va a liar.
Busco en el cubo de la basura, y efectivamente, allí, entre latas de cerveza, conservas vacías y demás restos está la bolsa abierta y vacía.

Marco el número, empiezo a vociferar, le digo que no venga más, que la mierda de comida que me trae se la dé al perro. Ella no dice nada, sólo se oye un llanto profundo seguido de hipidos.
El mosqueo no se me quita ni desahogándome.
Tengo que encontrarlo como sea, cierro la puerta del piso, toco el timbre del vecino con insistencia, pero nadie sale, es hora de siesta. Desisto de seguir llamando, bajo a la calle, una torta imponente de calor me deja sin respiración.
Podía volverme y aguantarme, pero no, cuando se me mete algo en la cabeza tengo que acabarlo.
¿Quién puede vender hielo a estas horas en el barrio?.
Ya está, el chino de la esquina.
Hay una chinita de apenas doce o trece años, le digo que quiero una bolsa de hielo. Ella la saca del congelador y me la da.
- Uno setenta y cinco, señor.
Busco la cartera en el pantalón, joder, con la tensión se me ha olvidado en el piso. Le digo que mañana le traigo el dinero, pero ella me mira un poco entre asustada y desconfiada.
Le echa coraje y me dice que no, que le devuelva la bolsa.
Yo la miro, hago el gesto de levantarle la mano y ella se encoge tras el mostrador. Seguro que va a romper a llorar, yo me río, miro las cámaras de seguridad y suelto una carcajada.
Te jodes, ah, y me llevo un paquete de pipas.

Agarro con fuerza la bolsa y me voy.

Yo no soy violento, pero hay ocasiones en que uno...

Llego a mi casa, por fin puedo disfrutar de mi momento.

Meto la mano en el bolsillo pero las llaves no están.
Aporreo la misma puerta, grito y grito más aún, un vecino sale dando voces, diciéndome que no son horas, le pego una hostia en la cara y le rompo las gafas, de su casa sale más gente, sus hijos, intento pegarles a ellos también, mientras, su mujer descuelga el teléfono. A los cinco minutos llega la policía, me llevan a comisaría.
Yo sólo quería un buen vaso de Chivas.

2 comentarios:

Israel dijo...

Vaya tío detestable no?

Creo que esta entrada ya la publicaste hace tiempo.

Está haciendo un tiempo para ir de pesca....

Un abrazo.

Don Quijote, la última aventura dijo...

Yo creo que sí. Esta semana que viene te llamo y quedamos.