lunes, 14 de marzo de 2011

Ella

Tiene ocho años y aún tiene miedo de la oscuridad, por eso siempre me pide que le deje la luz encendida hasta que se duerma. Hace un momento me he acercado a su cama, la he contemplado, con sus dos manos apoyadas bajo la cara, con esa larga melena que le cae sobre los hombros, con la carita redondita, con esos ojos menudos, y me siento orgulloso de ser padre.
Aunque nos desobedezca, no entienda de cansancios ajenos, sea una comodona, sea rebelde desde muy chiquitita, casi no me deje ver la tele y me mande cada dos por tres una pelota al patio del vecino, la quiero, y egoístamente estoy temiendo que crezca, que no sea tan indispensable para ella, que pase menos horas con ella jugando, que deje de compartir minutos de mi vida con ella, temo que llegue un momento en que solamente me venga a visitar, que le hagan daño, que no se sepa defender, que la pierda, todo eso y mucho más.
Respeto a los que han elegido no ser padres, no dejar parte de su ser para generaciones futuras, pero solamente por los días que he vivido hasta ahora con ellos, las sensaciones que nos producen y las alegrías que nos dan, creo que merece la pena.

1 comentario:

un crochet andalou dijo...

y es emomento llegará...y nos quedaremos con todos esos sentimientos a modo de recuerdos...