jueves, 4 de noviembre de 2010

Una cena fría

Es miércoles, llego del cine un poco antes de la medianoche. Toco el telefonillo, nadie contesta. Estará dormida, da igual tengo llave, siempre lo hago en parte por pereza y porque ella sepa que estoy de vuelta.
Subo las escaleras dando saltos, estoy contento, la peli me ha molado, es fantástico ver el cine en 3D.
Enciendo la luz del rellano, me extraño al ver la puerta sin cerrar. Entro, todos los cacharros de cocinar están en el fregadero, el extractor hace un ruido infernal, una solitaria sartén descansa sobre la vitrocerámica apagada, media barra de pan sobre la encimera y el cajón de los cubiertos abierto. Paso de largo y llego al salón.
El hule está puesto, las servilletas perfectamente ordenadas, hay dos cuchillos y tres tenedores sobre la mesa, la televisión está demasiado alta, tres vasos de cristal a la derecha de los cubiertos, dos platos vacíos, picos en una bolsa, y una tortilla francesa fría tapada con otro plato, seguramente es mi cena.
Me dirijo a la habitación de mi madre, pero allí no hay nadie, tampoco en el cuarto de baño ni en mi dormitorio, vuelvo sobre mis pasos y al poner el pie derecho en el salón me doy cuenta de que está manchado de un líquido rojo.
Alargo un poco la vista y allí está ella, inerte sobre el sofá, desangrada.
Grito y me pregunto solamente una cosa.
¿ Porqué ?.

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