lunes, 22 de noviembre de 2010

" Otoño "

A mi mente llegan recuerdos pasados en un tiempo de nostalgia. Sin mucho esfuerzo pasean por mi cabeza situaciones de una tierra diferente. Paro la imagen en una de ellas:
Los setos que escondían risas de niños en el parque, en los columpios, en la arena, están ahora solitarios, casi ausentes. Solamente el levante, que estos días anda valiente, es capaz de hacerles compañía, y los mece a su antojo. La barrera de la entrada está subida, así permanecerá unos meses hasta que comience de nuevo su función. De su lado ha desaparecido la silla que soportaba al vigilante en las noches de forzado insomnio.El supermercado cderrdo, las sillas de la terraza vacías, las hojas secas lo inundan todo.La recepción no escupe llamadas de teléfono ni ruido de impresoras, incluso el ordenador está apagado, ya nadie mira por la ventana quién entra en el recinto porque ninguna persona aparecerá.
Tendido en el sofá, con una taza de café sobre la mesa de madera, miro hacia atrás y veo una barra desnuda, sin alma. Sonrío para mis adentros recordando tan sólo un mes antes cuando todo era un fluir de tostadas, platos, gentes pidiendo las más variopintas bebidas y tres camareros multiplicándose en el pequeño reducto que dejaban las máquinas. Como domingueros en manifestacióon, la marabunta llegó y se marchó, dejando algún rezagado holandés, belga o familias portuguesas que solían viajar en temporada más baja. Ya no queda ni siquiera ellos, ni el personal con el que tantas experiencias se vivieron en este verano tan duro, intenso, pero al mismo tiempo, gratificante.
Doy el último sorbo al café y remuevo un poco la leña de la chimenea. Justo en ese momento llega el comercial al que pido azucarillos, té, cuchillos de plástico para las tostadas, todo en pequeñas dosis.
Antes todo era distinto, llegabas a las nueve de la mañana y marchabas como mínimo a las doce y media de la noche, y eso si no me paraba a tomar una copa por el camino.
Comienza a llover sobre el camping, el agua cae racheada, arrastrada por el viento de levante. Mi alma se vuelve más nostálgica, quizás porque no tengo nada que hacer, dejo vagar mi cabeza hacia atrás en el tiempo. Se marcharon los italianos anhelantes de marcha, se fue el cura alemán que se se tomaba las jarras de cerveza como vasos de agua, por litros, los belgas que buscaban las olas y suspiraban cada noche al ver el tiempo en el telediario.
Algunos volverán, otros quizás buscarán otros puntos para el surf, pero el ciclo de las estaciones se repetirá año tras año en el camping Paloma en Tarifa.
Observo cómo se apagan los últimos rescoldo, la ceniza va tomando color y fuerza.
Pasan los días lentamente, como la vida, añorando en parte horas intensamente vividas en el verano, en parte disfrutando de la paz que da la soledad.
Es otoño.
Año 1991

1 comentario:

Reyes dijo...

¡Qué distinta esa Tarifa de la que conocemos!
Esa recepción escupiendo llamadas... que buena definición.

Un beso.