miércoles, 13 de octubre de 2010

La noche del perdedor- II

Fuera continúa nevando, hace frío, pero al hombre no le queda más remedio que obedecer, eso es lo que siempre ha hecho en su penosa vida, trabajar y agachar la cabeza cuando su madre abre la boca para cualquier cosa.
Muchas veces deseó su muerte, incluso alguna noche soñó que el mismo acababa con su vida aplastándola con las poderosas manos que había heredado de su padre, quizás lo poco bueno que le dejó, no, seguramente lo único.
La vieja y destartalada furgoneta no quiere arrancar, se muestra perezosa, pero al final enfoca el camino del barranco con las luces encendidas.
Se pregunta qué demonios hace en plena noche, con lo bien que estaría calentándose las manos en la chimenea.
Un escalofrío recorre su cuerpo cuando gira la cabeza.
Por un momento le ha parecido sentir alguien en el asiento de al lado, no es que lo haya visto, es un chispazo con forma humana al que su cuerpo reacciona dando un volantazo, pero se hace con el control del vehículo.
Resuella, el vaho que sale de su boca empaña el cristal. Con la mano derecha comienza a limpiarlo, pero no se atreve a mirar a ese lado, siente miedo, pánico.
En un instante, la luz delantera del coche se apaga, no ve nada.
La sensación de estar acompañado se hace más certera.
Quiere gritar pero no puede, da golpes alocados a uno y otro lado de su asiento con sus manos.
Las ruedas traseras patinan sobre la nieve, el coche derrapa y se va a estallar sobre un viejo abedul junto al río.
Michael se desangra junto a la sangre que vino a borrar.
Una sombra sin huellas sale del vehículo humeante y grita:
" Siempre supe que serías un inútil, hijo ".

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