viernes, 25 de junio de 2010

Mirarse el ombligo

La vida te da diariamente lecciones y aunque muchas veces te dicen alguna cosa, hasta que no la vives por ti mismo, o te das cuenta de lo que es, es cuando la valoras.
Sé que voy a ser aburrido con estas cuestiones tan trascencentales, pero es que ahora mismo no me salen cuentos ni historias cotidianas. Mis ojos sí observan, mi mente capta sensaciones, que ya es importante, pero aún no estoy preparado para soltarlas aquí.
Hoy, una gran mujer, que aplicó toda su experiencia en el nacimiento de mis dos hijos primeros, una profesional como la copa de un pino, excelente persona, me ha vuelto a dar una visión que hace que uno tenga por fuerza que dejar de mirarse a sí mismo, de sentirse el más malo del mundo o el más desgraciado con problemas que realmente no son importantes.
Me contaba la historia de una mujer que tenía a su marido muriendo en el Vírgen del Rocío hace muchos años, pero la pobre señora mayor acumulaba dos desgracias, ser pobre y tener una única hija sordomuda que permamentemente chillaba a la que no tenía donde dejar porque ni familiares le quedaban. Así que todos los días tenía que hospitalizar a la hija con la excusa de que sangraba por la boca, situación real por otro lado, pero que le servía para que estuviese atendida por alguien.
Mi amiga decía que esa mujer le enseñó lo relativo de las desgracias propias, y yo he aprendido lo mismo, así que como dice mi mujer, dejaré de mirarme tanto el ombligo y me aplicaré el cuento.

No hay comentarios: