domingo, 2 de mayo de 2010

Aymaras

Hypac Taypi regresaba abatido a la ciudad que le vió nacer dieciocho años antes. Para la civilización aymara, esa era una edad en la que debían estar emparejados y con uno o más vástagos. Las condiciones de supervivencia eran muy duras allá arriba en el altiplano y costaba llegar a anciano, pocos podían contarlo.
¿ Cómo había podido pasar, qué diría ahora a sus dos hijos, a su mujer, al gran jefe guerrero ?. El, que se consideraba uno de los mejores cazadores, uno de los escogidos para las grandes batallas con otras tribus, había sido incapaz de matar al gran felino que amenazaba al ganado de la ciudad, su gran prueba de valentía.
Caía el sol por el horizonte, el viento empezaba a silbar, apretó la marcha para intenta llegar a Tiwanaco antes de que la noche cayera sobre él, cuando de repente la vio a solo dos pasos de sus pies. Era redonda , no demasiado grande, la cogió con las manos, y se dio cuenta de que no era lo que se había imaginado. Bah, solamente era un gran excremento de huanaco. Antes de lanzarlo lejos se le ocurrió ponerlo sobre el manto verde y de un puntapié la mandó hasta el comienzo del bosque. Se sorprendió de su potencia, era más de lo que había esperado. La bola describió un arco y fue a caer dentro entre las ramas del primer árbol.
Hypac quedó petrificado cuando del bosque salió un enfurecido personaje de no sabía qué desconocida tribu al que el excremento seco le había caído en plena cabeza mientras dormitaba.
Comenzaba así la primera discusión futbolística de la historia.

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