viernes, 9 de abril de 2010

Hacía frío, mucho frío, demasiado.
Ocho hombres intentaban avanzar a duras penas por la montaña de nieve. El día anterior habían tenido que sacrificar el último yak que les quedaba.
Nadie miraba hacia atrás para no desmoralizarse. Una larguísima línea roja se reflejaba sobre el blanco, sangre de los compañeros muertos y abandonados, sangre de fracaso y desesperación.
La suya era una huida hacia delante, lo que había nacido como un proyecto ilusionante preparado en el más absoluto de los secretos se estaba convirtiendo en una pesadilla sin fin.
Habían diseñado un plan durante meses, elegido a los mejores hombres, los más fuertes, los más preparados, entrenados para soportar las condiciones atmosféricas más duras en la montaña sagrada, en el Tíbet.
LLevaban demasiado tiempo dando vueltas sin rumbo por caminos zigzagueantes que ascendían hacia el techo del mundo.
Estaban hambrientos, sedientos, desmoralizados y perdidos, sobre todo, perdidos.
Cuarenta soldados bajo el mando del general Strok no habían bastado para hallar ni siquiera una huella de su objetivo.
Al amanecer del trigésimo día decidieron regresar, abandonaban la misión, pese a que se enfrentaban a un consejo de guerra cuanto regresaran, pero no había camino de vuelta, ni siquiera tenían quién les guiara.
Un compañero se dejó caer y allí se quedó. Nadie tenía fuerzas para socorrerle.
El general intentaba marcar un rumbo, oteó el horizonte y de pronto lo vió. Era él, estaba seguro.
El animal les miró, exhaló un grito parecido al de una gaviota y se alejó dando potentes zancadas. Era grande, blanco, y muy peludo, Strok no tuvo por menos que contentarse con haber visto al Yeti, ni siquiera hizo el intento de perseguirle porque armas no tenía y fuerzas tampoco.
Se sentó sobre la nieve y gritó muy fuerte en un perfecto alemán: " Maldito Hitler, maldito seas ".
La montaña devolvió rebotado y amplificado el sonido por mil.
Un ruido seco se oyó allá arriba.
Le había contestado.
La avalancha estaba cerca.
Se prepararon para morir.

2 comentarios:

Reyes dijo...

¿Stalingrado, Katyn, quizás...?

Don Quijote, la última aventura dijo...

La historia es real, según cuentan las crónicas, Hitler mandó un grupo de espedicionarios a encontrar al Yeti. Con ello quería demostrar su teoría de la raza aria.