lunes, 8 de febrero de 2010

A vosotros

Este es el emotivo cuento que leyó mi amiga Reyes, " Dama de sevillano nombre", el pasado jueves.

Aquí os lo dejo para los que no pudísteis disfrutar de él ese día.

Se titula " A vosotros ".

A vosotros me dirijo, sí a todos los que estáis ahí enfrente aunque no pueda veros, sólo sentiros.

Esta noche quiero que sepáis mi historia, mi vida, maldita sea ella y malditos todos los que hicieron que mi felicidad se dispersara cual polen repartido por el viento hacia quién sabe qué lugares tan lejanos a mí.

A ti también me dirijo, a ti, Dios, sí, a ti que se supone que nos creaste a todos a tu imagen y semejanza, pero entonces, tú, tú, tú…

No quiero seguir pensando en ti porque entonces mi alma saltaría hecha añicos, aunque pocos trozos de ella me quedan ya.

Ahora sólo veo oscuridad, negritud, pesadumbre, donde antes veía hijos, marido, casa, flores, alegrías.

Yo sólo era una pobre esposa y madre, cuidadora de una familia, ¿ Porqué la desgracia vino a mi casa a visitarme y a quedarse ¿, ¿ Quién la invitó ¿.

Os aseguro que yo no, yo no, nunca la quise ni la busqué, pero llegó y se estableció en mis cuatro paredes.

Aún me ronda y por más años que pasen se alejará de mi. Es parte mía.

Eran años duros, muy duros, sacar tres hijos en una casa perdida en medio del campo nos costó a Pedro y a mi muchos sudores, muchas jornadas encorvada trabajando el pequeño huerto que pudimos crear, demasiados días a la intemperie, pero por la noche, cuando nos reuníamos al calor de la lumbre, con el caldero de caldo hirviendo, yo me sentía feliz, mi cuerpo me pedía descanso, pero mi alma estaba descansada y hasta los miedos se quemaban en la hoguera.

Pero un día, aquél fatídico 28 de Julio, tuvo que llegar. Quién nos arrastró, no lo sé, después de tantos años casi ni me importan, no quiero saber los motivos, sólo me duelen las consecuencias.

En menos de un mes, Pedro, Marcial, el mayor, Esteban, con diecinueve añitos, y mi benjamín, mi amor, mi Pedrito, se marcharon, los llevaron a hacer la guerra, ellos, que lo máximo que habían visto era la escopeta del señorito los días de caza mayor.

Qué sabían ellos de España, de la política, de los bandos, tres chavales fuertes, nobles, pero de mentalidad frágil, acostumbrados a su padre y a su madre, al calor de ambos.

Cada día esperaba recibir una noticia de alguno, pero los días fueron pasando y nada. Intentaba en vano tener la cabeza ocupada en cuidar de mi casa, en hacer planes con mi marido para cuando volviera.

Un día que arreglaba la valla del huerto, vi venir un militar a caballo. El hombre se acercó a mí, bajó del animal y me hizo una reverencia.

¿ Es usted Teresa Cabañas ¿

Sí, contesté con un hilo de voz.

Siento comunicarle que su marido y sus hijos han fallecido en acto de guerra. Aquí tiene sus únicas pertenencias.

Mi grito se debió oír en toda la montaña, porque así lo sentí.

El hombre se marchó dándome los buenos días.

Desde ese momento mi cuerpo yace en lo más hondo de aquél pozo y mi alma vaga por aquí y allá.

Poco importó que uno de mis hijos, Esteban, apareciera vivo posteriormente en el carro de los muertos, ya era tarde, demasiado tarde.

En noches cómo esta, cuando salga a la calle, mire a la luna, quizás vea mi mueca de dolor reflejada en ella.

1 comentario:

un crochet andalou dijo...

estaba recorriendo tu blog...he leido tu cuento...y me has dejado con el corazón encojido....y llorando....no sé si darte las gracias...me has emocionado tanto que todavia siento pena...
sabes emocionar...