viernes, 25 de diciembre de 2009

La estación

Como cada año, Julián acudía el día veinticinco de Diciembre por la tarde a la estación. Llevaba haciéndolo quince años consecutivos desde que su hermano desapareció. Sus últimas palabras habían sido:
" Una Navidad volveré a casa en el tren y tú vendrás a buscarme aquí. No se lo digas a nadie. Será nuestro secreto ".
Ese día Marcos tenía veinte años y Julián apenas diez. Pensó que era una broma más de su hermano mayor, pero no, esta vez iba en serio.
El único tren pasaba a las siete, pero entre los que se bajaban de él nunca estaba Marcos.
No habían sabido nada en todo este período, ni siquiera sabían si estaba vivo.
Algunos años vino a acompañarlo su novia, otros lo hacía sólo.
Sentía un cosquilleo extraño en el estómago al oir por la megafonía que el tren con destino Málaga pasaría en cinco minutos. Luego, cuando el último vagón se despedía, se sumía en un total desconsuelo. Se prometía a si mismo no llorar, a veces lo conseguía, otras no.
Tenía tantas ganas de estrecharle, besarle, pero también reprocharle que porqué había dejado a sus padres con ese dolor.
Este último año acudió con su pequeña Marta, a la que le había hablado en muchas ocasiones del tito que se estaba en el extranjero haciéndose famoso con su guitarra. La niña le preguntaba que cómo era y él no sabía contestarle, aunque le decía que era alto, guapo, larga cabellera y moreno, muy moreno.
El tren venía retrasado a causa de la nieve. Cuando llegó, las puertas se abrieron, algunos viajeros bajaron y alguien levantó los brazos al fondo del cuarto vagón.

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