miércoles, 21 de octubre de 2009

Soñar es gratuito

El señor Carrefour dormía siempre sólo.

No estaba ni soltero ni viudo, no, es que la señora Carrefour dormía en habitación aparte.


Una madrugada el señor Carrefour había soñado con su empresa. Y la idea que surgió de aquella noche fue tan brillante que la empresa subió sus ventas en sólo un mes en un cinco por ciento.

Al poco tiempo, el señor Carrefour volvió a soñar con proyectos de expansión, con nuevas medidas que en esa misma mañana se pusieron en marcha con resultados magníficos.


Los técnicos de la empresa Carrefour decidieron entonces aplicar la técnica del psicoanálisis y conectaron a la cabeza del señor Carrefour unos cables que recogían las ideas que éste iba teniendo en sus sueños. Así, lograron captar hasta el más mínimo detalle de sus brillantes propuestas.

Surgieron ideas como el 3x2, los aniversarios Carrefour, las marcas Carrefour, las tarjetas ahorro y otras que hicieron ser su empresa la número uno.
Tenían tan pulidas las transformaciones de los sueños que se ejecutaban las mañanas siguientes.
El señor Carrefour ya ni preguntaba.
Un día vio por la televisión que los pobres buscaban en los contenedores de basura de sus supermercados Carrefour los productos caducados y por la noche soñó con instalarles cajeros para revenderles a bajo coste esos productos. Al otro día, cada cinco contenedores había un cajero.
El señor y la señora Carrefour no tenían hijos, pues ambos siempre habían manifestado esa voluntaria decisión, ya que un niño les robaba tiempo para sus quehaceres y hobbies diarios.
Una tarde de lluvia llegaron a su puerta dos niños pidiendo algo de comida. El abrió por cortesía, pero les dijo que la señora Carrefour no estaba en casa ( La señora Carrefour tenía cita de cinco a siete con su peluquera particular que por supuesto venía a la casa de los señores Carrefour y esas horas no estaba para nadie ) y que él no tenía la llave de la despensa. Los niños se marcharon arrastrando sus pantalones llenos de barro a la casa siguiente.
Esa noche los sensores conectados a la cabeza del señor Carrefour registraron ideas difusas, divergentes y contradictorias entre sí, pero a las cinco de la madrugada tenían confeccionada la medida para el día siguiente. El señor Carrefour siempre se levantaba a las 06.00 horas, pero esa mañana era viernes su cuerpo no fue capaz de despertarse hasta las doce y media del mediodía.
Cuando encendió el móvil, trescientos cincuenta mensajes al unísono bloquearon la memoria del teléfono, uno por cada supermercado del país.
Aunque la policía había acudido a la llamada de socorro de la seguridad privada, la avalancha era imposible de detener. El señor Carrefour había soñado que durante una semana, la compra sería gratis para todos los pobres, simplemente había que ir vestido como tal.
El señor Carrefour se derrengó sobre la cama, bajó las persianas y buscó la pistola que tenía en el segundo cajón de su mesilla de noche.

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