miércoles, 30 de septiembre de 2009

" En el oscuro corazón del bosque "

Cuento para pensar:
Sabía que estaba allí, al fondo del camino, pero nunca me atreví a adentrarme en él.
El bosque era un lugar donde se concentraban todos mis miedos.
Toda mi vida teniéndolo ahí, una sombra tenebrosa.
Cuando tuve veinte años intenté vencer mi resistencia, pero lo más que hice fue llegar hasta los primeros árboles, girarme y correr de vuelta hasta mi casa.
Hasta que con cuarenta años llegó mi oportunidad, el momento definitivo.
Mi hijo pequeño se había perdido en lo intrincado del bosque. Estaba jugando con sus hermanos, cuando se despistó.
Los hermanos mayores me miraban implorándome que fuera a buscarlo. Les dije que se quedaran dentro de casa y me dirigí con paso firme hasta el final del camino.
Cuando entré, las copas más altas no dejaban apenas entrar la luz, la imagen era fantasmagórica. Todos los fantasmas tomaron forma y vida en mi cabeza.
Allí estaban mostrándose en forma de árboles con cara tenebrosa.
Algo dentro de mí estalló, solamente veía la cara de mi hijo pequeño en cada uno de aquellos seres inanimados y comencé a gritar, a llamarlo a voces hasta que apareció acurrucado entre las ramas de una acacia.
Allí, en el oscuro corazón del bosque, descubrí mi verdadero yo.

El colegio de nuestra generación



Este fin de semana apareció por mi casa de Facinas este libro que me hizo recordar mis tiempos en el colegio.

Eran otros tiempos...

Nadie conocía lo que era un ordenador, por supuesto; en el pueblo solamente una persona tenía uno.

No se estudiaba inglés, dábamos francés, y además con libros como éste, que eran amenos, divertidos y con aventuras. Desde luego, aprendimos bastante francés en clase.

Ningún niño llevaba botellas de agua, la fuente estaba para algo.

En el patio jugábamos al baloncesto, balonmano y por supuesto futbito. No había malos rollos.

En la biblioteca descubrí los libros de Julio Verne. Pero había uno que era el que más destacaba, era el libro verde de la sexualidad. Lo veíamos como algo prohibido.

Representábamos obras de teatro, me acuerdo de " Doña Rosita la Soltera o el lenguaje de las flores ", y la que dejamos inacabada, " El mercader de Venecia ", de Shakespeare.

A casi todos los maestros había que llamarles por don, ( recuerdo aún a don Francisco, probablemente el profesor más nefasto que pasó por Facinas, ese que clavaba el anillazo de oro en la cabeza en menos que cantaba un gallo, y que se decía que había aprobado a más de uno por los regalos de los padres de los niños, entre ellos, algún canario que otro, con jaula incluída ).Uno de los que más nos enseñó fue Manolo García, el eterno enamorado de Granada y García Lorca, que nos inculcó el amor por la literatura.

De Castro aprendimos además de geografía, algo de la otra vida, la que estaba fuera de las paredes del colegio.

Con Don Melchor hicimos multitud de experimentos, entre ellos, disolver una lagartija en ácido sulfúrico. Desde luego, el tío se lo curraba.

Las tardes eran para jugar a la pelota y romper zapatos hasta que anochecía.

Estudiamos bastante y aprendimos más.

Ni móviles, ni maquinitas, ni niñas ( el asunto de las modas, los pelados, la edad del pavo, y el ligoteo lo dejaremos para otro día, por lo patético del asunto ).

No me atrevo a compararnos con nuestros estudiantes actuales, no somos ni mejores ni peores.

Simplemente eran otros tiempos.

lunes, 28 de septiembre de 2009

Puesta de sol en Facinas


La llegada del otoño nos trae estas imágenes.

Los atardeceres en Facinas no desmerecen otros lugares con fama conseguida.

Quizás sean de las pocas imágenes bellas que puedan ofrecer los molinos de aire en el paisaje roto por ellos mismos.

Os invito a venir a verlas.






miércoles, 23 de septiembre de 2009

El recuerdo

Su mente apenas podía recordarla.

Hacía ya diez años que se había marchado, cada día que pasaba la imagen de ella se iba diluyendo de su cabeza.

Tenues recuerdos, retazos de la vida que iban y venían sin orden ni concierto.

En esos momentos se agarraba a la medalla que le colgaba del cuello: En el anverso su cara, en el reverso, su nombre, María.

Hasta aquel maldito día que salió a dar un paseo, con la mala fortuna de que el viento le hizo caer, haciéndose una brecha en la cabeza.

En el hospital le vendaron toda la frente y a los dos días volvió a su casa.

Llegó dolorido por fuera, y por dentro. Se sentía aturdido, los recuerdos no aparecían y cuando se agarró a la medalla, ésta no estaba.

Lloró, lloró y lloró desesperado.

Un día, otro, otro, otro, hasta que se atrevió a salir a la calle.

Frente a su casa un jardín, y en él, un rosal de rosas rojas.

Se acercó y las olió.

María apareció en toda su intensidad, sus gestos, sus ojos, incluso su voz se aclararon en el cerebro de él.

Cuando murió, Pedro fue enterrado con un ramo de rosas rojas, tal como había dejado escrito.

martes, 22 de septiembre de 2009

" Perdido en el C&A "

La tarde se torció el día antes, cuando ella me dijo:

Mañana quedamos para ir a comprarte ropa a Los Arcos a las seis y media.

Se jodió el plan, pensé yo. La tarde de aventuras con mis tres niños por esos mundos campestres había que suspenderla y se imponía un plan alternativo. Así que cambiamos de planes y pasamos un buen rato en la biblioteca, hasta que a Antoñito se le ocurrió echar mano de media estantería de las películas y tirarlas todas al suelo.

Llegué un poco tarde al centro comercial, demorándome con no me acuerdo que excusa.

Aunque ya había tomado un café, pedí una mariconada que algunas veces acostumbro, para engañarme a mí mismo y decirme que me he tomado hoy tres, sí eso, un descafeinado de máquina.

Cuando llegué a C&A, ya tenía ella media tienda comprada. Bueno, un poco exagerado.

Pero empezó a surgir en mi cabeza el sentimiento de hombre perchero, el que porta los bultos.

Mis ojos se distrajeron un poco mirando a las dependientas, que tienen fama, pero hoy no era el mejor día.

Hicimos una primera cola en la caja, rápida.

Algún personaje extraño aquí y allá, esos que te llaman la atención por su vestimenta, su cara o sus gestos, pero mi nivel de distracción esta tarde no estaba muy subido.

Me ilusioné con varias camisetas para sentirme un poco más joven, todo menos lo que iba buscando, pero bueno, mis deseos de compra se habían satisfecho en doce minutos exactos, probador incluído.

Cuando mi vista se dirigía a la puerta dijo ella, vamos a mirar " en un momento " la ropa de los niños y tenemos que mirar también un regalo para los dos bebés que han nacido.

La poca estabilidad que me quedaba se desvaneció.

Miré a un marroquí paciente que esperaba en la cola con un bebé mientras su mujer seguía comprando.

Mi vista comenzó a nublarse, el aire me faltaba.

Por un momento me pareció oir al " Winie the Pooth " ( el muñeco más insulso, desagradable y pasteloso del mundo mundial ) de la estantería, que me decía " vete, huye ".

La solución me la dió un padre que pasó detrás mía cuando le dijo a su mujer, " me voy a mirar una cosa con el niño al Toysar,s ", pero me di cuenta de que yo no llevaba ningún niño a mano.

Mi gozo en un pozo.

En aquellos momentos ya no sentía los brazos y casi las piernas.

Pensaba que no saldría nunca de allí cuando una luz se encendió.

Eran las ocho y media cuando le dije con cara de corderito degollado: Me voy que hay que bañar a los niños.

Me miró, sonrió y me dió un beso.

No sé si bajé las escaleras mecánicas o volé sobre ellas.

Por fin libre, aire, aire.

Aquí acaba mi tarde de aventuras en un centro comercial.

lunes, 21 de septiembre de 2009

Teníamos un sueño

La cita era el martes a la anochecida en la playa cercana al pueblecito de Fardiwa.

Durante dos meses se habían dedicado a trabajar como mulos para ahorrar el máximo de dirhans posibles.

Ahmed, Rachid, Kaled, Mustapha y el pequeño Mohamed se juraron no decir nada de aquella aventura a sus padres.

El riesgo era grande, pero Alá y la destreza del mayor, Rachid, les llevaría a buen puerto.

Subieron al bote con una pequeña mochila cada uno y empezaron a remar.

La noche estaba oscura, muy oscura.

Con un ligero viento de poniente, las fuerzas de los cinco chicos y un poco de suerte llegarían pronto al otro lado del estrecho.

Tenían miedo, pero las ganas de llegar y lo que les esperaba consumaba todas sus dichas.

Cuando llegaran a la costa, un hermano mayor de Rachid, al que habían avisado por móvil, los estaría esperando para llevarlos a Málaga, su destino.

De pronto, el viento cambió y el levante empezó a soplar alejándolos de España. Los más pequeños comenzaron a llorar y los mayores apretaron los dientes para remar con más fuerza, pero las corrientes y el maldito aire eran cada vez más fuertes.

Pronto la comida empezó a escasear y rezaban para que las olas no tumbasen la frágil lancha.

A los dos días un patrullero de la Guardia Civil los rescató en la Isla de Tarifa.

Cuando la Cruz Roja los socorrió, estaban muertos de frío y hambre.

Preguntaron qué día era y les dijeron que martes.

Se miraron todos y sonrieron. Aún quedaban cinco días para el gran partido, aunque se tornó en llanto cuando les dijeron que serían deportados de nuevo a Marruecos los días siguientes cuando se recuperaran.

El sueño de conocer a Messi se había desvanecido.

Los cinco vestían camisetas del Barcelona.

Mirar al cielo

Alzé mi vista a ese cielo azul que me mostraba la llegada del otoño y el adiós del verano y los vi.

Primero una libélula roja sobre mi cabeza.

Un poco más alto, un esquivo avión sobrevolaba el tejado de la casa.

Varios metros sobre su cabeza, una bolsa de plástico blanco era zarandeada aquí y allá por los vientos de las alturas.

La silueta de un buitre se adivinaba bajo una nube.

Un avión militar surcaba los aires.

Cinco colores, cinco tamaños, cinco siluetas, cinco formas, cinco texturas y un nexo en común:

Volaban.

domingo, 20 de septiembre de 2009

Campeones

Quedan apenas cuatro minutos y somos campeones de Europa.

El año pasado me quedé con las ganas de saborear un campeonato. Las olimpiadas me tocaron verlas en el hospital, pero este año he vibrado con la selección española.

Nos queda disfrutar de la roja, sí, la de baloncesto.

Campeones, campeones, oe, oe, oe.

martes, 15 de septiembre de 2009

" España se desmorona "

Se acaba el verano y el otoño no se presenta demasiado esperanzado.

Zapatero, ese aprendiz de brujo o mago, no cesa de sacar conejos de la chistera que desorientan a sus propios ayudantes.

Solbes se va.

Rajoy no se entera entre luchas internas, juicios pendientes, trajes, comisiones y demás.

La gripe A nos amenaza y estamos desorientados.

Vamos a llegar a los cuatro millones de parados.

Sevilla está entera levantada por las obras.

Ha vuelto Risto.

Vienen a nuestro país Evo Morales y Chávez.

Comienza Gran Hermano no sé cuanto.

Se cargan el programa de Mariñas y su patética compañera .

Y para colmo de males, como si todo lo anterior nos pareciera poco, " la princesa del pueblo ", Belén Esteban se separa.

Ah, país, país.

lunes, 14 de septiembre de 2009

El manifiesto por los pueblos


No me gusta leer los diarios gratuitos que tanto han proliferado en los últimos tiempos porque se suelen quedar en la noticia escueta, no hay apenas opinión y la mayoría de la información ya la he oído por la mañana en la radio


Pero a veces hay algunos artículos que merecen la pena.


Traigo aquí un manifiesto aparecido hoy en el " Veinte Minutos " dentro de la sección cartas a los lectores que no tiene desperdicio.


Sostengo uno a uno todas las letras de ese hombre.



Lluvia


Por fin llegó.


Esa que nos da la vida, que nos empapa, que nos hace sentirnos vivos, que aleja fantasmas, calores, sinsabores.


Anoche se presentó de madrugada pero no la pude saludar.


Esta noche sí ha venido, con su olor incofundible a tierra mojada, a naturaleza, a vida, a ti.


Disfrutémosla.




miércoles, 9 de septiembre de 2009

Icaro


Nunca un libro había marcado tanto a una persona.

Había leído a García Márquez y hecho suyo Macondo. Alguna noche soñó haber paseado por sus calles.

En muchos momentos de su vida se había creído un quijote más, pues desde pequeño las aventuras del hidalgo le habían acompañado.

Para un niño con medio cuerpo paralizado desde su infancia, los libros eran su válvula de escape.

Con ellos había aprendido a amar, a soñar, llorar, reir, sufrir e incluso a enmudecer.

Pero si alguno le había marcado desde que cayó en sus manos fue uno de Alberto Vázquez Figueroa, su escritor fetiche, el que le había transportado a otros mundos lejanos, lugares donde probablemente ni él ni el resto de los mortales se atrevería a ir jamás.

El desierto, las selvas, el fondo de los mares, las montañas, todos tomaban forma, color y vida por la magia de aquel hombre modesto que había vivido plenamente las aventuras que narraba en sus bet-sellers.

Se llamaba Icaro y con su lectura nació un reto.

Con dieciocho años se preparó unas oposiciones que por supuesto aprobó y durante varios años se dedicó a ahorrar todo el dinero que pudo.

Por las noches buscaba información por internet, porque toda era poca para la que necesitaba.

Viajó por los más lejanos países, vivió la magia de esos lugares y se deleitó con las fotografías, hasta que un día sintió que era su momento, el gran momento en la vida de Icaro.

Pagó un vuelo hasta Caracas y desde allí contrató una avioneta que le llevaría hasta su destino.

Su gran ilusión se iba a cumplir.

Sentado al lado del piloto, con un ruido ensordecedor y con un manto verde abajo se sintió el rey del mundo, aquello no podía ser real, era el escenario de un gran documental donde él y sólo él iba a ser el protagonista.

Sobrevolaron varias veces el lugar hasta que comprobaron el momento idóneo.
Llegado el punto determinado por ambos, el piloto le hizo una señal y él se preparó para su vuelo.

No sabía si de él saldría vivo, probablemente no, pero no le importaba.

Un pájaro sobre " el Salto del Angel ", la caída de agua más alta del mundo, la maravilla de la naturaleza más deslumbrante de la que jamás se hubiera tenido noticia.

La puerta trasera se abrió y saltó.

Una sensación de pánico se apoderó de su cabeza en un primer instante, pero cuando comprobó que el paracaídas se abría respiró hondo.

Ninguna cámara podría captar tantas imágenes juntas; Miles de gotas de agua le salpicaban por todos lados, lloró de alegría, de placer, se emborrachó de sensaciones mientras bajaba poco a poco.

Finalmente, el manto vegetal que desde arriba había visto lo embebió.

Estaba lleno de magulladuras, un brazo no lo sentía, pero estaba feliz, muy feliz, condenadamente feliz.

Llamó al piloto por la emisora que éste le había entregado y le ubicó el lugar donde se encontraba.

Icaro había volado otra vez sobre el gran salto, y no sería la última.



Ramón Trecet

Anoche estuve sufriendo el partido de baloncesto de España en Radio Marca y aluciné. Casi siempre que tengo oportunidad pongo mi oreja y me descubro ante ese monstruo de las ondas que es Ramón Trecet.

Cómo vive los partidos, cómo los sufre. Esta mañana estaba en una tertulia en la misma cadena y decía que no había dormido en toda la noche. Y me lo creo.

Magistral, soberbio, histriónico, llámenle como quieran, pero por favor, escúchenlo, sus comentarios no tienen desperdicio.

Cuando faltaban pocos segundos los ingleses se nos acercaban, los compañeros callaron mientras que él pegaba un grito:

Defensaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa y así casi un minuto sin parar.

Lo dicho, genial.