martes, 9 de junio de 2009

Autobuses de línea

Necesitaba escribir, no es que lo sintiera es que era pura necesidad.

Un encargo así no se podía rechazar y menos a un simple aprendiz de escritor que apenas llegaba a fin de mes con lo que salía de su pluma.

Eran tiempos prometedores pero difíciles.

Se sentó frente al cuaderno con la pluma en su mano y esperó a que las ideas llegaran pasaran de su mente al papel.

Pero esta vez la inspiración no llegaba.

Y el plazo estaba próximo a su fin.

Comenzó a ponerse nervioso, bebió una cerveza, luego otra. Tiró el botellín vacío a la papelera.

Se levantó, fue al cuarto de baño y se echó agua abundatemente por la cara y cabeza.

La llamó pero esta no llegaba.

Pensó en llamar a alguien para despejarse, pero abandonó la idea.

El sol marcó la línea del horizonte y se despidió de él.

La luna tampoco le trajo buenas nuevas.

Pasó la noche desesperándose, ni siquiera comió.

Ya por la mañana, cogió el primer autobús que salía de la estación. Ni siquiera sabía donde iba.

Fue dormido todo el trayecto hasta que el conductor le avisó que había llegado.

¿ Donde ?

Al final del trayecto.

¿ Cual es ?

El mar.

En ese momento pensó en que a veces la inspiración viaja en un autobús de línea que nos lleva a nuestro destino.

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