martes, 19 de mayo de 2009

El partido del siglo

Esta historia pasó hace muchos años, demasiados quizás. El otro día en una conversación con un amigo de la infancia, hablando sobre el paso de los años, recordé esta vivencia. Aquí la tenéis:
Era el partido de nuestras vidas, de las cortas vidas.
Norte contra sur, conceptos diferentes de vivir el mundo de la pelota, el preciosista, el de toque, contra la fuerza bruta, el poder del músculo.
No había árbitro, ni redes, ni gradas, ni público, ni prensa, ni televisiones, ni agua, ni reservas.
Un sólo balón y cinco contrincantes por cada equipo.
El campo no era de albero, hierba natural, alguna piedra traicionera clavada en la misma y muchas ilusiones en juego.
Los límites los marcaban a un lado el barranco y al otro la pared de piedra de la antigua fragua.
En ese tiempo los partidos los jugábamos sin horario, hasta que se hiciera de noche, llegáramos a diez goles o la madre de alguno de nosotros nos llamara para irnos.
Esta vez tocaba en el campo del sur, en Vico, con dos porterías de madera de mi tío Manolo Manso incrustadas en el suelo.
En un equipo, el nuestro, El Pata, Joselillo, los dos preciosistas, David y Chan, y por último, yo.
En el de ellos, Naveda, mi primo, el Biri, El Pando y otro que no me acuerdo ya, pero que actuaba como local.
Nuestras ilusiones en aquél partido, nuestros sudores allí derramados, nuestras zapatillas de la Tórtola con el dedo fuera, todo se truncó cuando lo que tenía que suceder pasó.
Un pelotazo más fuerte de lo normal y ...
El patio maldito, ese que aparece en los cuentos de seres misteriosos, el de las brujas, el de las viejas que se llevan a los niños. Eran tres hermanas, a cual más siniestra.
Allí terminó la pelota.
A ver quién era el guapo que les pedía a las Mayas que la entregaran.
Misión imposible.
El partido del siglo, el gran partido del siglo quedó suspendido sin fecha...

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