jueves, 28 de mayo de 2009

El beso

El bosque rezuma alegría, bullicio, alboroto.

Las ardillas suben y bajan por los inmensos árboles.

Un conejo sale de la madriguera buscando alimento.

Los pájaros no paran de cantar en las copas más altas.

Un águila sobrevuela buscando presa.

Hay un camino marcado entre la maleza y al final, ella.

En una cama hecha de rosas rojas, gladiolos, rardos, jazmines y las más bellas flores descansa ella.

Lleva allí desde tiempo inmemorial esperando que se deshaga el hechizo.

Duerme en el sueño eterno.

De pronto, el silencio se hace en el ambiente.

Todos se esconden.

Alguien aparece al final del camino, la espectación es máxima.

Poco a poco él se va acercando, primero dubitativamente, luego sus pasos son más seguros, hasta llegar junto a ella.

Se acerca a la bella que duerme hasta dejar sus labios a dos palmos de los de ella.


La besa con suavidad, pero ella continúa dormida.

Luego otro beso, esta vez más intenso. Ella no reacciona.

Otro, y otro.

Y otro más.

El levanta su cabeza y la mira.

Ella duerme.

Se incorpora, y se va alejando poco a poco cabizbajo.

Decididamente, el lobo nunca podrá hacer de bueno en un cuento.

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