jueves, 7 de mayo de 2009

Dificil elección

Paul Nbongo sudaba, dios cómo sudaba.
No todos los días tenía que hablar con el presidente del país.
Aunque él fuera también un alto cargo, máximo mandatario del poder parlamentario, pero enfrentarse a ese inmenso hombre, tanto en altura como en kilos no era fácil.
Allí estaba esperando a que lo recibiera.
Eran las cinco de la tarde, mala hora en Camerún, mala hora, sí señor.
También el presidente sudaba, aunque por otras razones. Su sudor era perenne y formaba parte de él.
Algo malo pasaba cuando le venían a molestar a su hora sagrada, la de la siesta.
Tras levantarse de la cama, se vistió e hizo que Paul pasara a su sala de reuniones, uno de los pocos lugares donde se podía estar fresco.
-Con su permiso.
. Pasa.
- Señor presidente, tengo que comunicarle una noticia.
. Déjate de misterios, Paul, que no estoy para muchas monsergas. Espero que no sea mala.
- Bueno, depende de cómo se mire. Los miembros del parlamento se han reunido para debatir sobre una cuestión de vital importancia del país.
. Pero bueno, creí que hasta ahora quién mandaba era yo y sólo yo.
- Y sigue siendo así, señor presidente, pero lo que se ha decidido por unanimidad de todos le incumbe a usted y sólo hemos recogido lo que está en la calle.
. Pues no lo guardes más que voy a estallar.
- El parlamento ha decidido que usted tiene que elegir primera dama para el país.
Samuel Pobombo, máximo detentador del poder en su país, sintió que las piernas le temblaban y que su camisa se inundaba de miles de goterones de sudor.
. ¿ Pero no dice nada la constitución nacional ?
Paul se recogió con un pañuelo el sudor de su frente y contestó:
- Señor presidente, no tenemos Constitución.
. Bueno, pero habrá alguna ley que diga quién algo sobre eso.
- No hay ninguna, señor presidente. Tiene usted que proponerla al parlamento y para eso estoy aquí.
. Pero, ¿ Cómo eligo yo una primera dama entre cuarenta y cinco esposas ?.
- No lo sé, señor presidente. Pero los miembros me han dado un día para que usted les diga el método.
. Esta bien, Paul, lo pensaré. Ven mañana a esta misma hora y crearemos la ley para la primera dama. Ah, y di al servicio que hoy no puedo recibir a ninguna de mis mujeres, necesito estar solo.
La tarde iba a ser muy larga, y la noche también.
- Maldita Carla Bruni, maldijo Samuel Pobombo en voz alta.

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