domingo, 8 de febrero de 2009

Una obra inigualable

La sala de subastas SOTHEBY'S de Londres era un auténtico hervidero. La expectación era máxima. No en vano se iba a subastar la más polémica, comentada, discutida y divulgada obra de la actualidad.

Su autor , Yoshío Suminu, era un total desconocido para la totalidad de los periodistas que se arremolinaban en la repleta sala.

Desde que se expuso por primera vez en el museo Reina Sofía de Madrid la escultura, bueno más bien definida, la manifestación de arte contemporáneo titulada “ El mundo arde frente a la desigualdad “, había causado sensación. Primero un dominical realizó un artículo para el periódico de mayor tirada del país, luego los diarios digitales de todo el mundo se fueron haciendo eco de la noticia, hasta que llegó un momento en que las colas para visitar la exposición temporal se hicieron casi eternas. Incluso se ampliaron horarios y días de apertura de la pinacoteca.
Todo eso había pasado solamente dos meses antes. Y allí estaba ahora, “ El mundo arde frente a la desigualdad “, a punto de ser subastada en una de los lugares de culto mundial, allí donde se pujaban las mejores obras, desde Vang Ghog hasta Picasso, pasando por Antonio López, Cezanne o Miró.
El precio inicial se había tasado en ciento cincuenta mil euros, pero se prevía que podría quedar doblado en poco tiempo.
Tras varias obras menores, se inició la subasta de la obra de Yoshío, subiendo las cantidades por subastantes de todo el mundo hasta que desde Nueva York vía teléfono un desconocido ofreció la cantidad de cuatrocientos cincuenta mil euros.
Un murmullo se hizo en la sala cuando el encargado de la subasta, don Peter dio los tres golpes reglamentarios y pronunció las palabras mágicas: Asignado a don Richard Leicester.


Ahora el interés estaba en conocer al autor de la obra, quién normalmente no tenía porqué asistir, pero el gabinete de prensa había sacado una nota aclarando que el señor Yoshío acudiría, aunque hasta la aparición de “ El mundo…” nadie se había dado a conocer con ese nombre. Se buscaba a un señor con rasgos japoneses, pero en la sala los dos ciudadanos orientales que fueron preguntados por los periodistas dijeron que no eran ellos.
La escultura estaba situada en el centro del estrado principal de la sala. Allí se acercó un hombre con un mono de trabajo azul con intenciones de tocarla. Inmediatamente el personal de seguridad le cerró el paso, pero éste les dijo en un perfecto castellano: ¡ Yo soy Yoshío y la fiambrera es mía ¡.
En los diarios de todo el mundo se recogió la noticia cultural de la semana o quizás del año: La genial obra “ El mundo arde frente a la desigualdad “, resultó ser una comida que un albañil había dejado encima de una tarima blanca.
Su imaginación había echado el resto.

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