viernes, 14 de noviembre de 2008

Malditas Casualidades

Muchas veces se preguntó a lo largo de los años qué hacía en aquella inmunda prisión de Dallas en Estados Unidos y porqué el destino a veces es tan caprichoso.
Nunca encontró respuesta.
Cinco años antes, la vida de Mauro Pérez podría considerarse como normal.
Vivía solo en su casa de toda la vida en un barrio medio de Málaga, tenía cuarenta y cinco años, no trabajaba en nada desde hacía varios años desde que le concedieron la pensión de invalidez con la que subsistía.
Pero había otra faceta suya que nadie conocía.
El encargo que recibió aquel 14 de Noviembre de 2008 parecía fácil, mucho más que los anteriores; Y además mucho más suculento: Seis mil euros no se ganaban en un día así como así.
Nunca había tenido problemas y estaba completamente seguro de que no los iba a tener.
Así que cogió su coche y lo aparcó alejado del centro por prudencia.
A la hora convenida, las 10.30 horas, tal como estaba previsto recogió la maleta azul oscura del servicio de caballeros de la estación de autobuses de Málaga, buscó un taxi y se dirigió al aeropuerto.
El vuelo venía sin retraso, así que a las 14.10 horas embarcó con destino a Madrid. No había tenido que pagar nada en la facturación porque el peso de la maleta no excedía el límite. Normal, todo normal como le habían dicho por teléfono.
Hizo un vuelo tranquilo leyendo el periódico, pasó desapercibido viajando en clase turista y se le hizo corto. Estaba habituado a ese tipo de viajes.
Estaba saliendo todo con normalidad, ahora solo le quedaba pedir que un taxi del aeropuerto de Barajas le llevase a la dirección convenida: calle Del Carmen nº42- 1º-F. Allí tocaría el timbre, subiría las escaleras y depositaría la maleta en la puerta. Ni siquiera esperaría a que ésta se abriera. Alguien de dentro estaría esperándola.
Sabía su oficio y lo practicaba con destreza, pero sobre todo con prudencia. Nunca debía preguntar nada, y por supuesto el contenido de las mercancías a transportar. Siempre cumplía y además no daba problemas.
Esperó como los demás la rueda de facturación, pero los viajeros fueron pasando y su maleta no llegaba. Media hora, tres cuartos, algunas personas esperando junto a él, hasta que llegó un momento en que se quedó solo y un sudor frío comenzó a caerle por la frente abajo.
Presentó reclamación, dió su número de móvil y se fue a un hotel a esperar.
Una llamada a media mañana del segundo día le puso más nervioso de lo que estaba. No estaba cumpliendo su parte y " el jefe comenzaba a impacientarse ".
Un día, dos, tres, pero nada, sin rastro.
Una noche despertó sobresaltado con el sonido del móvil. Eran las cuatro de la
mañana.
Al otro lado una voz femenina con un fuerte tono y acento sudamericano le dijo:
- ¿ Es usted Mauro Pérez ?.
. Sí, contestó con una leve voz temerosa.
- Le llamamos del departamento federal del aeropuerto de Dallas. Ha aparecido una maleta que es suya.
. Dudó un segundo, respiró hondo y contestó: ¿ Cómo me la pueden hacer llegar ?.
- Pues tendrá que pasar por aquí a recogerla, pero nos tendrá que contestar a unas preguntas que queremos hacerle.
. ¿ Qué preguntas ?.
- Está usted hablando con la policía federal. Las preguntas las hacemos nosotros.
. ¿ Pero cuando tengo que ir ?.
- Cuanto antes, y véngase con un abogado porque nos tiene que explicar qué hacía un esqueleto en su maleta.
Moraleja: Procura viajar siempre con equipaje de mano.

2 comentarios:

sky walkyria dijo...

así es, no suelo facturar equipaje

Reyes dijo...

Ahora comprendo a la gente que envuelve la maleta en plástico.
Muy bueno el relato, muy bueno.