sábado, 25 de octubre de 2008

Desnudez

Tras subir una empinada escalera que nos deja sin aliento, tenemos que agacharnos para no chocar nuestras cabezas con el techo. Andamos en fila india uno tras otro.
Atravesamos el estrecho pasadizo y desembocamos en una gran sala en la que cada uno de nosotros se siente infinitamente pequeño.
Estamos en la gran sala de la Gruta de las Maravillas.
El espectáculo es indescriptible. El hombre se siente diminuto ante este prodigio de la naturaleza. Estalactitas inmensas, estalacmitas, y toda una variedad de colores del blanco inmaculado al marrón pasando por el rojo, el verde o casi el amarillo.
Recreándonos en algunas creaciones nos parecería que estuviésemos en el fondo del mar, como si una inmensa barrera de corales blancos nos rodeara.
La piedra aquí adopta miles de caprichosas formas a cual más impactante.
Resulta casi increíble que el agua haya sido capaz de moldear la roca a su capricho dando como resultado un paisaje diferente, único y singular.
Es la naturaleza en estado puro.

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