domingo, 24 de agosto de 2008

El juego del angel

He esperado algún tiempo para decidirme a leérmelo. Tenía al mismo tiempo ilusión porque el escritor me había deslumbrado con “ la sombra del viento “, y miedo a que me defraudara por el tópico de las segundas partes.

No estamos ante una continuación del primero, aunque el escenario sea el mismo, la Barcelona de principios de siglo, y mantenga la magia del cementerio de los libros olvidados.

Pero aunque el estilo lo mantenga, las descripciones de espacios literarios sean acertadas, los diálogos son ágiles y claros, en mi opinión hay un exceso de historia que divaga y un alargue innecesario de narrativa.

Parafraseando al propio autor, cuando dice que “ todos los libros tienen alma “, “ el juego del ángel “ tiene un alma turbia, sucia, enrevesada, llegando a casi ser desagradable. Hay un exceso de muertes y sangre.

El final me defraudó un poco, no todas las historias tienen que terminar bien y en este caso, resulta un poco inverosímil.

2 comentarios:

Reyes dijo...

Mucha gente me ha dicho que le ha decepcionado, ya se sabe, nunca segundas partes fueron buenas. Me suena a negocio puro, para aprovechar el tirón del éxito del primero.
Yo, tras leer la sombra del viento, supe que no podría continuarse, y de ninguna manera he pensado en leerlo.

Un besazo.

Antonio Aguilera N dijo...

En este mismo espacio de encuentro ya puse mi opinión sobre, lo que, para mí, es literatura fácil, que sirve sobre todo a editores y distribuidores, y, en cierta medida al autor, que, en cualquiera de los casos tiene el único e indiscutible mérito.

La historia carga tintas en lo que el público quiere. Lo han sabido interpretar, quizás, gracias a las encuestas que todos contestamos en las páginas webs de editorales.

Quitando nombres y apellidos, también la historia vuelve a repetirse: En todas las épocas de la literatura, ha habido autores que no han sido entendidos ni reconocidos por sus contemporáneos, y subidos a los altares dos o veinte siglos después, y también autores, como fuegos de artificio, que suben rápidamente para ofrecerte un espectáculo tan deslumbrante como efímero.