viernes, 6 de junio de 2008

" Inconsciencia "

"Te creías el rey del mundo.

Pero en tu ser interno sabías que la insensatez te perdería.

Los que te rodeábamos y estábamos a tu alrededor te lo aguantábamos todo.

Tus padres, tu novia, tus amigos, yo misma, te habíamos advertido que tus ansias por ser el primero eran desmedidas e injustificadas.

No se trataba de ganar, era la ansiedad que llegaba a asustarnos, tu boca desencajada, las pupilas dilatadas, el no poder parar por ti mismo, el desenfreno y al final, el pique que te llevaba a hacer las mayores tonterías por demostrarnos a todos quién eras tú, Raúl, el mejor.

Pero como suele pasar en esta vida, en un momento cualquiera se puede caer y tú eres el ejemplo de ello.

Esa tarde te tiraste en el sofá después de comer, mientras veías la tele. Era otoño y aunque en la calle el frío se dejaba notar, solo llevabas puesto un jersey marrón sin camiseta interior porque tenías que marcar figura.

En un momento notaste que había un hilo colgando, tiraste de él, pero éste no provenía del sofá, era de tu jersey. Sabías que tu madre tenía tijeras de coser, pero como ella no estaba, te daba pereza buscarlas. Seguiste tirando del hilo color marrón, pero el maldito no tenía fin. Intentaste romperlo con los dedos pero se resistía. En un principio salía de la parte baja de la prenda, pero se perdía en el enmarañado del tejido. Te picaste con él como si fuera una partida de la play, tiraste y el maldito seguía cayendo en el sofá, pero no tenía fin.

Entre los cojines, tú y la maraña casi no se veía el color del sofá, pero aún así no parabas.

En un momento de lucidez pensaste en dejarlo, pero las ansias de terminar con él te podían y continuaste por una manga, luego la otra, más tarde el cuello.

Aunque del jersey no quedaban más que jirones desordenados por el cuerpo, tú seguías como si fuesen marcianos a los que había que exterminar.

Por fin llegaste hasta el pecho y ahí ya no quedaba más que el último trozo. Tiraste con todas tus fuerzas de él, y todo se deshizo cayendo al suelo.

Respiraste hondo y miraste hacia abajo. La montaña que había caído del sofá era importante, pero al sentarte un pequeño hilo no había caído como los demás.

Lo empujaste pero el hilo seguía firmamente sujeto a tu pecho, tiraste y ahora el color del mismo no era marrón, era color carne y no se acababa.

Un ataque de pánico se apoderó de tu cabeza, un escalofrío te recorrió el cuerpo, un sudor frío se instaló en tu frente. Pero no podías parar, el hilo estaba introducido en tu cuerpo y cada vez que tirabas de él iba atravesando más y más pliegues de tu piel, hasta que el color se fue transformando en un rojo intenso; ya no era de tacto suave, sino más bien filamentoso, sangriento.

Sabías que debías enfrentarte a tu última partida y que debías llegar hasta el final del juego y ser el primero.

Tu corazón era el destino y lo conseguirías
".
A Miguel, que quería una historia más larga, gracias por leerme.

1 comentario:

Kenny dijo...

esta es del estilo H.P. Lovecraft y stephen king que a mi me gustan mucho. A ver cuando otra.un saludo